Las Cuevas de Zugarramurdi



Zurragamurdi nació como granja del monasterio de San Salvador de Urdax. Se encuentra en una zona de Navarra de arraigadas costumbres precristianas que fueron caldo de cultivo de la brujería, especialmente en los siglos XVI y XVII.
 
Históricamente, debemos remontarnos al auto de fe de 1610 en el que 31 vecinos de Baztán, Urdax y Zugarramurdi fueron acusados de brujería y llevados a Logroño. La Santa Inquisición les imputó participar en misas negras y orgías, poseer el demonio, cometer actos de vampirismo y necrofagia, lanzar maleficios y provocar tormentas. Algunos confesaron y se salvaron. Trece murieron en las crueles prisiones de entonces y ante treinta mil espectadores, seis de ellos fueron quemados vivos en la hoguera y cinco murieron en estatua.
 
Las grutas en las que supuestamente se celebraron estos aquelarres, están a 400 metros de Zugarramurdi junto al prado de Berroskoberro o Akelarre. Se accede a ellas por una cavidad excavada por la regata del Infierno o Infernuko erreka. El agua la recorre 120 metros por un túnel que alcanza alturas de 12 metros, interrumpidas por dos galerías aún más elevadas. Una se llama Sorgin-leze, cueva de las brujas.
 
Cuentan que aquellos que deseaban encontrarse con Lucifer se desplazaban volando en sus escobas o convertidos en animales. Se entregaban a una ceremonia de culto al diablo, el cual se personaba en forma de carnero o de ser humano. Tras un rito en el que comían a los muertos comenzaba el desenfreno orgiástico.
 
Entre tanta magia y leyenda, probablemente muchos malintencionados vecinos aprovecharon para culpar de los males a gente del pueblo, que tras la tortura, se declaraban culpables. Seguramente, estas reuniones no serían más que ganas de romper la monotonía y disfrutar con lo prohibido, pero nada de actos diabólicos.
 
En la llamada Cueva Grande, durante las fiestas patronales, se realiza el 18 de agosto una opípara comida. Sobre una hoguera, se colocan trozos de carnero asado o ziriko-jatea, ensartados en estacas. Acompañado de una piperrada y una sopa, configuran un tradicional acto que congrega a muchos vecinos de la zona y también del país vecino.